sábado, 14 de abril de 2012

Anti-heroína.

"Mi vuelta a la vida", de Lance Armstrong. "¡Vamos!", de Arantxa Sánchez Vicario. "Mi historia", de Rafa Nadal. Una va al Fnac y se queda atónita con la cantidad de grandes deportistas que siendo tan jóvenes deciden escribir su biografía. Y más ojiplática me quedo cuando le echas un vistazo a algunas páginas y te relatan partidos épicos, esfuerzos sobrehumanos, ejemplos de superación y constancia, disciplina férrea, afán de superación..., ¡joder, no son humanos! Por eso han llegado donde han llegado, ¡porque no son humanos! Imaginemos por un momento que en un ataque de gran soberbia decidiera escribir un libro relatando mi evolución en los entrenamientos para conseguir terminar un mini triatlón. Estos serian algunos de los párrafos sin duda:
_ "...ese día había comido en el McDonald's con los compañeros del colegio. Por la tarde me tocaba carrera continua en el río. Tras mis gruñidos habituales y mis pequeñas pérdidas de tiempo, al final conseguí llegar a la ladera y comenzar a trotar. Después de una vuelta completa mi barriga empezó a emitir en onda corta: ¡grrrr! ¡grrrr! Intenté no hacerle caso, es más gruñona que yo y siempre hace todo lo posible para que el entrenamiento sea más corto, igual que su dueña. Pero entonces su emisión era en onda media: ¡¡grrrr, grrrr!! Mi mente de última superviviente ilicitana ya se afanaba por detectar algún arbusto, murete o parapeto donde refugiarme (ya sabrán por qué), pero el río a esa hora estaba lleno a reventar, y tampoco tenía papel... Y la barriguilla ya emitía en onda larga: ¡GRRR!...¡socorro! Nunca he corrido tan rápido por pleno centro de Elche. A esa hora salía gente del Gran Teatro y yo los esquivaba como balas del enemigo en plan Matrix. La llegada a casa fue como cruzar meta. Esto me enseñó a superarme a mí misma, bla, bla, bla...".
_ "...estaba emocionada porque por primera vez iba a entrenar una transición. Después de unos 50 kilómetros en bici tendría que echar a correr una media hora. Así vería de qué pasta estaba hecha, de lo que era capaz. Dejé la bici en casa y rápidamente me cambié de zapatillas y de camiseta, me puse la gorra en la cabezota y salí trotando por la puerta de casa cual caballo de rejoneo. "Eh, no estoy tan mal, no me duele nada". Estaba contenta, no era tan duro eso de la bici y luego correr... Y de repente, tan sólo tres minutos después de comenzar, mi gemelo derecho se convirtió en Falete y el izquierdo en Carl Winslow. "¿Qué me pasa? No puedo correr..." Los que me vieran ese día por el río pensarían que era una indigente borrachuza a la que se le había caído el cartón de Don Simón y lo andaba buscando bajo los puentes. Arrastraba tanto los pies y mostraba una cara tan angustiosa que hasta se me acercó una tal Verónica a enjugarme el rostro... Fue uno de los días en los que peor he corrido. Pero esto me enseñó a superarme a mí misma, bla, bla, bla..."
Lo que quiero decir es que estos grandes deportistas también tendrán o habrán tenido días malos, cosas vergonzosas que prefieren olvidar...y que deberían plasmar en algún capítulo de su libro (aunque fuera tipo fe de erratas), para que viéramos que también tienen flaquezas y que en algún momento han estado a punto de tirar la toalla. O que no todo es tan bonito, tan perfecto. Pero entonces no venderían ningún libro, pues se vende el éxito, la grandeza.
Vamos, que alguien como yo, que aunque le encanta entrenar, gruñe, maldice, llora, se queja... y esto lo escribiera...¡no vendería un puñetero libro! Da igual, el papel de antiheroína me mola más. Así puedo ocultarme tras un seto en el río siempre que quiera...^_^

lunes, 2 de abril de 2012

¡Qué bien vivís los maestros!...one more time...uff.

Ante la inminente llegada de las vacaciones de Pascua, a la retahíla de reproches que tenemos que soportar los maestros sólo por serlo ("no os quejéis que cobráis fijo todos los meses..., venga, si a las cinco de la tarde ya habéis acabado", etc.) debemos sumar la de "¡Ale, de vacaciones! ¡Qué bien vivís los maestros!". Y yo no suelo replicar nada, el callo está bastante curtido ya, pero en los tiempos que corren me toca especialmente las narices. Parece que se ha puesto de moda el joder (con perdón) al vecino sólo porque uno está requetejodido (perdón al cuadrado). En este caso el vecino a machacar es el funcionario, y de forma personal, al maestro.
Últimamente mucha gente me ha lanzado comentarios que me han hecho sentir como la heredera de los Hilton, la hija de Onassis o la mismísima Duquesa de Alba (eso sí, más joven, ejem). Sólo porque estudié en su día, saqué una oposición y tengo un sueldo normal todos los meses. ¡Pues no! ¡Es usted culpable por tener un buen trabajo! ¿Perdón? ¿Buen trabajo? Depende. Porque ahora quieren que trabajemos más, con más niños, con menos medios y con el sueldo recortado. Y encima sin quejarnos, ¡cómo nos atrevemos, con la que está cayendo! Sólo digo que ninguna de las medidas que hasta ahora se han tomado en Educación  ha repercutido en la mejora de la calidad de la enseñanza. ¿Mejora la educación el volver al pasado y meter en un aula a 30 niños por las tardes durante el mes de junio y septiembre? Si es así, ¿por qué no lo han hecho antes? ¿No es más una manera de decirnos "no os quejéis, podría ser peor"? Todo el mundo tiene derecho al pataleo, no sólo los que están en el paro (y en mi familia ha habido unos cuantos en esta situación), y no sólo los que tengan un sueldo mísero (en mi familia ha habido, y hay, unos cuantos así), sino toda persona que crea vulnerados sus derechos adquiridos o sienta que se le está vapuleando públicamente sin ningún sentido y sin ningún objetivo, sólo por desviar la atención hacia alguien que eligió en su día su profesión por vocación y ahora siente que entre todos pretenden que la vocación coja la maleta y se marche a otro lado. Así que, estudiante de magisterio, ¡piénsatelo dos veces! Quizá dentro de un tiempo leamos en algún sitio: Maestros, especie en extinción.
Siento sonar agorera, pero hoy me siento así.
Por cierto, ¡felices vacaciones a todos! Ah, ¡a los maestros, también!