martes, 5 de junio de 2012

¡Que no me pare nadie!

Cuando decidí empezar a escribir un blog no pensaba que de lo que más iba a hablar era del triatlón. Sorprendentemente veo que esto es empezar y no parar. Después de Sevilla escuché en la radio anunciar el SerTri de Cartagena. La distancia era supersprint, un poquito más llevadera que la de Sevilla y mi “entrenador” enseguida enarboló el boli Bic y la agregó a mis objetivos de junio. Lo mejor es que fue algo entre familia: competíamos cuatro entre mi “entrenador” y yo, más el cuñado debutante y la sobrina de 10 añitos que también se estrenaba en el flash. Así que estuvo muy bien el compartir la experiencia con la familia.
El madrugón fue de los buenos, a las seis de la mañana ya estábamos desayunando y repasando los apechusques y a las siete salimos hacia Cartagena. El día se presentaba nublado, chispeando y con fresquete. Yo me imaginaba en el mar y me entraban escalofríos. Tras llegar a Cartagena hice lo que siempre hago y que ya es un ritual para mí. ¿Coger tierra y olerla cual Máximo Décimo Meridio? ¿Estudiar el recorrido? ¿Visualizar la carrera? Pues no…básicamente mi ritual consiste en localizar un baño, jeje. Lo que peor llevo son los nervios y son siempre iguales sin importar si es un flash, un super, un mini, un “extralarge” o un microsprint.
Una vez pasados los nervios más acuciantes dejamos las bicis en su sitio junto con todo el material, esta vez prescindo de calcetines porque siendo tan corto cualquier segundo ganado es bienvenido.
La primera en debutar fue la sobrina. La verdad es que es una “machota”. Tan sólo nada un día por semana, le dijimos si quería probar y ni corta ni perezosa dijo que sí. La bici que tenía era medio de juguete, cuando había niños que llevaban auténticas bestias pardas. Del agua salió bastante airosa pero en la bici… La única avispa que hacía su ronda rutinaria por las calles cartageneras decidió picarle en un ojo. Se tuvo que parar para que le echaran una crema que le aliviara el dolor, acongojada (tiene sólo 10 años), y aún así terminó su carrera con lágrimas en los ojos. ¡Un mérito increíble! Me pica a mí y abandono fijo.


Tras el flash de niños nos tocaba a los del supersprint. Todo se retrasó un poco porque justo cuando tenían que salir los hombres entraba en el puerto la corveta “Infanta Elena” por lo del día de las Fuerzas Armadas. Era curioso ver el espigón todo lleno de tíos con gorrito amarillo y la cubierta del barco llena de marineritos vestidos de blanco impoluto perfectamente formados. Habría estado bien que de repente hubiera sonado “In the Army” de los Village People y que los marineros se hubieran echado unos bailes…
Cinco minutos después de los hombretones nos tocó a las mujerzuelas con gorrito rosa (¡cómo no!). Estuve a punto de ponerme en un lateral por lo de evitar los golpetazos pero cuando me di cuenta estaba colocada en línea recta perfecta con la boya, ¡vamos, en medio de todo el “fregao”! En cuanto sonó la bocina me lancé como una loca a por la boya, pensando que 300 metros no eran nada. Y cuando me quise dar cuenta, ¡iba la primera! ¡Oh, qué sensación más buena! ¡Sin palmetazos en el culo, sin burbujas por doquier, sin nadie que te toque los pies, SIN ALIENTO!


Pero aguanté bien porque sólo cuando ya afrontábamos la última boya para enfilar hacia la rampa de salida me adelantaron dos chicas. Y cuando ya me quedaban 10 metros para salir airosa (y tercera) del agua salada mi brújula natural se estropea y me tuerzo hacia la pared del espigón cual torpedo “escacharrao”. En una de esas en que sacas la cabecica por un lado oí al público diciéndome “¡nena, que te chocas contra la pared!”, y fue cuando me di cuenta de que no podía pararme a coger percebes en ese momento. Así que por hacer de percebeira salí quinta del agua…¡que no está nada mal, oyes!


El esfuerzo realizado en el agua lo noté en la carrerita hacia los boxes, iba más cansada que en el de Sevilla. La primera transición fue bastante rápida y enseguida me vi cabalgando mi jaca por Cartagena. Lo mejor de esta distancia es que al ser tan sólo 8 kilómetros vas a por todas. Yo me lo pasé genial picándome sanamente con dos chicas. Adelantaba y me adelantaban. Hasta que en uno de esos piques en los que yo iba delante me pasé la rotonda donde había que girar para afrontar la segunda vuelta ¡y me metí en boxes! Lo mejor: ¡mi rival también! Jeje, tal era el pique que llevábamos que nos equivocamos las dos. Nos tocó bajar de la bici, correr hacia la rotonda, volver a subir y de nuevo pillar el ritmo. Resultado: pues que en bici fui la decimosexta. Y todo el rato maldiciendo entre dientes lo pava que había sido: ¡cómo podía equivocarme en sólo 8 kilómetros!
En el último segmento sabía que tocaba resarcir el error de la bici así que le hablé con firmeza a mis piernas: “nenas, nada de tonterías, son sólo 2 kilómetros, no os quiero oír rechistar”. A lo que mis piernas contestaron: “…si no la hubieras cagado en la bici, guapa…” Es que mis piernas son muy suyas…
Tenía miedo a que me diera flato, porque últimamente me suele dar mucho, corra fuerte o suave, mucho o poco. Pero esta vez me respetó y pude correr decentemente, adelantando posiciones hasta quedarme cuarta en este segmento.



Al final sexta y sabiendo que si no me hubiera empanado en lo de la bici podría haberme llevado una copita para casa… Pero no pasa nada, de los errores se aprende y esto hará que me fije más en todos los detalles y que no pierda la concentración a pesar de los piques entre féminas, que son de órdago. Lo mejor de este triatlón fue la sensación de nadar en cabeza, me subió la autoestima hasta el infinito y más allá. El próximo será en Alhama de Murcia el día 30 de junio. Se nada en piscina pero ya no me confío, porque he metido más la pata en un supersprint que en el sprint, así que ojo avizor. Por lo pronto, a seguir con los entrenos aunque la pereza ronde mi mente constantemente. ¡Que no me pare nadie!